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Durante los últimos años hemos oído hablar muchas veces de la generación «ni-ni». Varios expertos han intentado explicar el porqué y en que se fundamenta la definición sociológica del término. Pero, de la generación «ni estudio, ni trabajo» hemos pasado – por el comportamiento de la sociedad y la ausencia de respuestas de esta – a una desconexión más grande de la colectividad.
Hemos oído hablar de la «adultocracia» y el daño que esta hecho en la rotura de la escala de valores y como ha provocado la inundación social de perspectivas negativas ante un presente acelerado.
La falta de credibilidad, la «mentira» social, el alejamiento de los espacios institucionales de gobernanza global, la mutación del sistema capitalista para que no cambie nada, la imposición del dogma universalista, la falta de liderazgos y sobre todo la falta de proyectos de respuesta desde la proximidad, están provocando un mayor individualismo global.
Este individualismo se potencia y se muestra a través de instrumentos tecnológicos y sociales de llegada planetaria donde se puede constatar una mayor proyección de la persona, una mayor proyección de la crítica individualista no organizada que queda reflejada en la misma sociedad.
La desconexión provocada por la «adultocracia» potencia los elementos de protección individual y da proyección a la implantación de una cultura «mi vida, mi futuro». No podemos sorprendernos pues, de la emergencia de liderazgos que protegen a la persona de manera individual por delante de aquellos que insisten en la protección colectiva. La pérdida de corresponsabilidad colectiva da lugar a una nueva generación, la «mi-mi».
